Aperitivos

Tapas:

¿Qué tal unas tapitas?

Una tapita de salpicón vinagreta

y

Magra con tomate

Quien no conoce el placer de tapear, antes de comer, no sabe lo que se pierde; claro está, que de respetar es todo y todas las costumbres, incluida la de tapear, o no.
Si se tapea y si se tiene por buena costumbre la de ello, es bueno saber que es “ritual y obligación” “venerar” lo que se toma, toda vez que el disfrute es mayor si se hace por “devoción”.




Es casi “ciencia” sabida que el tapeo es un “acto social” que conlleva sustanciosas tertulias
ricas unas en contenido del lugar más próximo, otras del deporte “nacional”, en específicos lugares, del mundo taurino, otras por el mundo de la política, estas y las del fútbol salpimentadas con cierto acaloro que dan al bar o la tasca ese característico murmullo y alboroto que predispone el estómago para recibir con desazón, a la vez que con regusto la tapa que corresponde y guardiciona el vaso de tinto o cerveza moderadores del tono, pues mientras se bebe o se come no se habla.





Se dice que una tapa, en nuestras costumbres de España, es un aperitivo, y este, el aperitivo, se dice que es un “ten-te-en-pié” para avivar el apetito de la postrer comida principal (almuerzo de mediodía). La “sabia” costumbre de nuestra idiosincrasia, en más lugares que en menos, es que se toman una o dos tapas por bar, en tantos como el grupo tenga por buena costumbre, sana costumbre o sabia costumbre, dejando así sitio a otros grupos correligionarios y mecenas de tan cuerdo hábito...

Parece ser que el nombre de tapa le viene a tan agraciada estrella, de en las tascas, bares, o tabernas, tapar el vaso de vino o cerveza con un platillo de pequeño vuelo ataviado con un frugal alimento a base de pequeña porción de queso, jamón, aceitunas, fiambre, pescado o carne, según toque en el momento, para evitar la torpe o casual caída de mosca, mosquito, o cualquier otra sustancia inoportuna al paladar del consumidor “aperitivista”.

Ya en la Edad Media, se dice, se comenta, reinando Alfonso X el Sabio, que habiendo éste caído enfermo le fue recomendado por los médicos tomar traguitos de vino de vez en cuando, y que para disipar los efectos del elemento etílico, él, Alfonso, tomaba pequeños bocados de alimento sólido. Y, dicen, que fue cuando el rey dispuso que en tascas y tabernas del lugar no se sirviera ni “blanco” ni “tinto”, si no era acompañado de una tapa que adormeciera los efectos del vino. ¿Le vendría de ahí lo de Sabio, al rey...?

...Sea como fuere, o fuere como fuera, nadie puede negar, nadie que confiese con la liturgia del tapeo, que quien no conoce el placer de tapear antes de comer, no sabe lo que se pierde. 

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